Cuando el frío de la mañana acaricia mi piel,
y el sol, radiante, pinta mi rostro.
Sé que es un día de alegría que comienza a surgir,
con ansias de vivir, con cosas por descubrir.
El alba susurra secretos de esperanza,
mientras la luz del día avanza y avanza.
El frío se disuelve ante el calor del amanecer,
y en mi mente florece un cálido renacer.
Los rayos dorados miman mi semblante,
una sinfonía de luz, un baile vibrante.
El día se extiende como un lienzo por explorar,
con promesas nuevas, un sinfín por saborear.
Cada paso que doy, resonando esperanza,
haz que el día se vista de risas, de bonanza.
En el rincón del alma, la alegría resplandece,
como una flor, que al jardín embellece.
La mañana se torna un poema de colores,
con sus rayos que despiertan a las flores.
La vida se deja ver con su danza encantadora,
un regalo diario, una promesa seductora.
Así, bajo el sol que me ilumina con su brillo,
abrazo el día con entusiasmo sencillo.
En este ciclo eterno de días que se renuevan,
encuentro la dicha, la vida que se eleva.